Y NACI (primeros recuerdos)




Lo primero que debes saber, es que no busco darle consejos a nadie, ni servir de ejemplo bueno o malo, no pretendo decirle a nadie como debe vivir, ni cómo debe pensar, no escribo para cambiarle la vida, la visión, el panorama de nadie, solo escribo por pura necesidad de hacerlo, con el fin de no quedarme callado en estos momentos, esta es una plática conmigo mismo mi historia, que narrare para tratar de entender al hombre que me observa desde el espejo de la recamara y me sigue al baño…

Naci el quince de agosto de mil novecientos ochenta, a las cinco de la mañana, a veces pienso que comencé a nacer el 5 de agosto cuando a mi madre en la madrugada sintió algo extraño en el vientre y comenzó a notar que le bajaba agua, mi madre quien era muy joven y no sabía nada de la fisiología de la bolsa amniótica, le pregunto a su madre, mi abuela quien le dijo que era normal, nunca se imagino que esas pequeñas contracciones y ese liquido significaba que el trabajo de parto había comenzado, cuando por fin fue al hospital diez días después, tenia fiebres muy altas, el producto, quien era yo, sufría, le practicaron una cesárea de urgencias, es curioso como esa cicatriz por dónde has sido arrancado del vientre materno se convierte en un constante recordatorio de lo mucho que duelen los hijos. 

Pasaría los primeros meses de mi vida en el hospital por infecciones, lo mismo que un pez fuera del agua, y finalmente saldría al mundo que me esperaba.

La mayoría de las historias relatarían sobre los primeros años de vida o aquellas platicas que les han contado de cómo eran de chiquitos o el padre o la madre contarían una historia graciosa sobre sus hijos y sus pañales, pero no yo, yo puedo recordar aquellos días, recuerdo en primer lugar la voz de mi madre, uno sabe cuando la madre te habla, la reconoces es como nacer con ese conocimiento, quizás no recuerdes de dónde vienes ni que haces en ese lugar, pero siempre reconoces esa voz, la primera voz que escuchaste, aquel sonido que proviene desde algo tan profundo como la conciencia, tan arraigado al alma que es parte de uno, la cuestión que es que con tiempo, mientras vamos creciendo y vamos aprendiendo otros sonidos, dejamos de lado esa voz y nos interesamos en otras cosas, pero no importa cuánto tiempo pase, ni cuanto se quiera negar esa voz jamás se olvida y siempre la reconoceremos estemos donde estemos, quien no ha estado en medio de un grupo de gente y reacciona al instante y dice ¡mi mamá! cuando su voz se levanta entre la multitud.

Así es mi primer recuerdo es la voz de mi madre, quien me platicaba, me hablaba, me cantaba, no entendía nada de lo que decía, es como si escuchar una canción en otro idioma o ver una película sin sub títulos,   pero no hace falta entender la compleja estructura de la lengua y las palabras, basta con entender el sentimiento que provoca en uno el timbre de la voz más conocida en un mundo tan desconocido, ahora entiendo a los bebes, la importancia de hablarles, de contarles, de platicarles, de cantarles, quizás no entiendan las frases elocuentes en mis monólogos, pero sienten el calor del amor, del cariño, el afecto que llevan las palabras en esas ondas sonoras llenas de sentimientos.

Mi segundo recuerdo es el calor, el calor de mi madre, esa sensación única que solo puede dar una madre a un hijo, porque debemos aceptar podremos llegar a conocer mil maneras de abrazar a alguien y ser abrazados, podremos encontrar confort en los brazos del ser amado o idealizado que no es lo mismo pero se confunde bastante en estos tiempos, pero nada se compara al abrazo de una madre, cuando lo único que desea hacer es confortar a su hijo con sus brazos.

Y esos son mis primeros recuerdos, no me interesa si me creen o no, con el tiempo reconocería otros sonidos como el de mi padre, mis abuelos, los tíos, y algunos extraños que jamás sabría quienes fueron, otros abrazos, otros aromas, pero ninguno dejaría en mi tanta huella, ni me complacería recordar tanto como estos primeros.

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